Las evaluaciones neuropsicológicas permiten detectar eficazmente los distintos trastornos del neurodesarrollo
(Madrid. Lucila Rodríguez)
Las evaluaciones neuropsicológicas, un procedimiento que implica la realización de pruebas psicométricas estandarizadas como baterías, realidad virtual y cuestionarios ambientales basados en la evidencia científica, permiten detectar y tratar eficazmente los distintos trastornos del neurodesarrollo como, por ejemplo, el déficit de atención e hiperactividad (TDAH), del espectro autista (TEA) o altas capacidades, entre otros.
Así lo asegura la Doctoranda Irene Pascual Zapatero, neuropsicóloga de la Unidad de Neurología Infantil del Servicio de Neurología del Hospital Ruber Internacional de Madrid y donde, desde el año 1999, se realizan este tipo de evaluaciones, cuya demanda se ha incrementado en los últimos años.
En este procedimiento se analiza la información de manera integral para determinar el perfil cognitivo y socioemocional del paciente y, de esta forma, proporcionar datos sobre habilidades cognitivas que no son accesibles mediante otras técnicas como resonancias magnéticas o VEEG, así como brindar la mejor atención personalizada a través de un equipo multidisciplinar.
“En la población infantil las consultas más frecuentes suelen vincularse a dificultades identificadas en el ámbito escolar, personal, familiar y social. Todas ellas se pueden presentar de manera individual, comórbida o asociada a condiciones médicas previas como, por ejemplo, epilepsia o síndromes neurológicos, por lo que un correcto diagnóstico es el primer paso para estimular y trabajar el déficit”, detalla la doctora Pascual Zapatero.
Algunos de los síntomas para los que está indicada la realización de una evaluación neuropsicológica son:
- Extravío de objetos, prendas escolares, deberes olvidados en casa o desconocimiento de fechas de entrega o del contenido para un examen.
- Tareas que quedan inconclusas.
- Dificultades para esperar turno y necesidad de obtener recompensas de forma inmediata.
- Rabietas, arrebatos repentinos y desregulación emocional.
- Falta de comprensión de bromas, ironías o expresiones idiomáticas.
- Enfoque literal en el procesamiento de la información.
- Desafíos en la interacción social.
- Problemas en la conjugación o en la organización del discurso.
- Intereses restringidos y altamente específicos.
- Conductas estereotipadas con un patrón fijo que, a menudo, afectan a la rutina diaria.
- Dificultades para adaptarse a los cambios.
“Es importante realizar una evaluación neuropsicológica completa, que no redundante, para valorar los distintos procesos, pero sin necesidad de fatigar al paciente. Gracias a la información obtenida en las entrevistas iniciales, las evaluaciones se dirigen al déficit detectado, por lo que tras realizar las pruebas de screening que nos dan una imagen general del perfil cognitivo, se amplían los datos dependiendo de cada caso”, explica la neuropsicóloga.
Una vez identificado el perfil cognitivo del paciente y el diagnóstico del mismo, se suele iniciar la intervención neuropsicológica enfocada a estimular los procesos más deficitarios, adquirir estrategias y compensar los déficits, con un enfoque individualizado y específico.
Irene Pascual Zapatero
Neuropsicóloga