Doctora Laura Lillo: “La luz de la calle reduce la duración y calidad del sueño en las ciudades” duerme mal en verano
(Madrid. Lucila Rodríguez)
El verano es una de las épocas del año en las que peor se suele dormir como consecuencia de los cambios de rutina, el cambio de hora, el calor e, incluso, la contaminación lumínica, ya que se ha demostrado que reduce la duración y calidad del sueño en las ciudades, según comenta la neuróloga y codirectora de la Unidad de Medicina del Sueño del Servicio de Neurología del Hospital Ruber Internacional de Madrid, Laura Lillo. duerme mal en verano
Aunque cada persona debe dormir las horas que su cuerpo necesita para estar descansado, la media para asegurarse un buen descanso es entre 7 y 9 horas en los adultos, entre las 14 y 17 horas en los bebés, de 11 a 14 horas en niños de hasta dos años y entre 8 y 10 horas en adolescentes.
Durante este periodo de tiempo, y para asegurarse un buen descanso, tienen que ocurrir dos fases de sueño: la NREM y la REM. “El sueño lento profundo es la última fase NREM y es la más reparadora, participa también en la consolidación de la memoria y en el control endocrino de secreción de numerosas hormonas”, explica la doctora.
De hecho, se pasa entre el 20% y 25% del sueño nocturno en esta fase, que ocurre sobre todo en la primera mitad de la noche, mientras que en la segunda mitad predomina el sueño REM, que ocupa un 20% aproximadamente del tiempo total de sueño y sirve para el control emocional y afectivo de la conducta.
Sin embargo, no siempre se logra alcanzar ambas fases debido a múltiples factores que, en muchas ocasiones, van más allá del calor, la contaminación lumínica o el ruido, como, por ejemplo, los ronquidos, las apneas, el síndrome de piernas inquietas u otro tipo de trastorno o enfermedad.
Riesgos para al salud de dormir mal (en verano)
Aunque dormir mal durante un breve periodo de tiempo no conlleva riesgos importantes, sí supone un problema cuando se duerme menos de 7 horas durante más de tres meses. Y es que, tras una noche de privación del sueño se reduce la capacidad de atención y de memoria, aumentando el riesgo de tener un accidente laboral, de tráfico o de tener problemas a la hora de controlar los impulsos.
“Si la reducción del sueño se mantiene a largo plazo desaparece la sensación de somnolencia, pero nuestra capacidad cognitiva sigue afectada”, advierte la doctora Lillo. Asimismo, cuando se duerme mal de forma prolongada se sufren problemas metabólicos porque se altera la secreción de hormonas, lo que favorece el aumento de riesgo cardiovascular, de peso, resistencia a la insulina y de padecer hipertensión.
Además, se altera la respuesta inmune del organismo, lo que favorece un estado proinflamatorio que puede afectar negativamente a la evolución de las patologías autoinmunes y reducir la respuesta a las vacunas. En estos casos es esencial la valoración por parte de un especialista del sueño para diagnosticar y tratar correctamente las patologías que lleva asociado un mal descanso y, por ende, conseguir una buena calidad de sueño.
Tratamiento de los problemas del sueño
En este sentido, la doctora Lillo explica que cuando una persona acude a la Unidad de Medicina del Sueño del Servicio de Neurología del Hospital Ruber Internacional se le realiza, por parte de un neurólogo o neurofisiólogo, una historia clínica completa para conocer sus antecedentes, hábitos del sueño, momento de aparición del trastorno del sueño, sus características, evolución y la repercusión clínica.
Con los datos obtenidos en la anamnesis, junto con la exploración física, se establece una sospecha diagnóstica y, en función de la misma, se solicitan las pruebas que se consideren necesarias como, por ejemplo, el polisomnograma nocturno (PSG), un método que se realiza en el hospital y que consiste en el registro estructurado de la actividad cerebral, ocular, respiratoria y muscular durante el sueño.
“Disponemos también de estudios más simplificados que se pueden realizar en el domicilio del paciente y permiten estudiar los trastornos respiratorios (apnea del sueño). En casos de insomnio o trastornos del ritmo circadiano podemos utilizar estudios de actigrafía que consisten en un reloj que mide los movimientos y la exposición a la luz a lo largo de todo el día y registran el sueño durante varias semanas. En determinadas patologías puede ser necesario realizar una prueba de imagen cerebral (RM craneal) para valorar las estructuras encefálicas o su contenido en hierro”, detalla la doctora.
Una vez obtenido el diagnóstico se puede sueñe iniciar un tratamiento farmacológico en aquellos pacientes con síndrome de piernas inquietas, narcolepsia, hipersomnia idiopática o trastorno de conducta del sueño REM, entre otros. Ahora bien, si el paciente sufre insomnio, y aunque el tratamiento con fármacos también puede ser de ayuda de manera temporal, el abordaje se complementa a largo plazo con una educación en higiene del sueño y con una serie de medidas cognitivo-conductuales.
Consejos para dormir bien
Con el fin de evitar que los problemas del sueño se conviertan en un problema de salud, la doctora destaca la importancia de mantener un horario regular, acostándose y levantándose a la misma hora todos los días de la semana, sin realizar grandes desfases durante los fines de semana. También es importante reducir el consumo de alcohol, cafeína y tabaco, así como mantener la habitación en unas condiciones óptimas de temperatura, silencio y oscuridad completa.
“Para evitar la contaminación lumínica debemos bajar por completo las persianas o utilizar antifaz. Las altas temperaturas también dificultan la conciliación del sueño ya que para conciliar el sueño necesitamos reducir nuestra temperatura corporal aproximadamente 1ºC. Bajar las persianas y toldos durante el día nos ayudará a reducir la temperatura de la habitación, también debemos favorecer que circule una corriente de aire evitando mantener el aire acondicionado toda la noche pues una temperatura demasiado baja también interrumpe el sueño”, argumenta la doctora.
Otros consejos pasan por evitar cenas copiosas y ricas en grasa; hidratarse bien durante el día y evitar beber en exceso durante las horas previas al sueño; realizar ejercicio físico de forma regular, preferiblemente por la mañana y con exposición a la luz natural; y no usar en la cama dispositivos electrónicos que emiten luz azul como móviles, ordenadores o televisión.